Queremos trabajar con la luz y su significado para desarrollar nuestras obras.
La luz es el elemento creador del mundo
sensorial, interacciona con el receptor y su bagaje.
La luz permite ser grabada y reproducida en nuestras piezas de video-arte o altera
un material fotosensible en nuestras fotografías.
La luz es, finalmente, la
paleta de nuestras obras.
Luciérnagas, trata de rescatar la
idea de Pasolini y dotar a la sociedad de bastiones de resistencia para los
verdaderos valores. [1]
En palabras de Marcelino Camacho “ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a
domesticar”. Tampoco hemos desaparecido, las luciérnagas no estamos extintas y
seguiremos emitiendo luz.
[1] He aquí, pues, a Pasolini probado, aprobado, prolongado, ponderado. El
apocalipsis sigue su marcha. Nuestro actual “malestar en la cultura” va en ese
sentido, según parece, y así es como lo experimentamos la mayor parte de las
veces. Pero una cosa es designar la máquina totalitaria y otra otorgarle tan
rápidamente una victoria definitiva y sin discusión. ¿Está el mundo tan
totalmente sometido como han soñado –como proyectan, programan y quieren
imponernos- nuestros actuales “consejeros pérfidos”? Postularlo así es,
justamente, dar crédito a lo que su máquina quiere hacernos creer. Es no ver
más que la noche negra o la luz cegadora de los reflectores. Es actuar como
vencidos: es estar convencidos de que la máquina hace su trabajo sin descanso
ni resistencia: es no ver más que el todo. Y es, por tanto, no ver el espacio –aunque sea intersticial,
intermitente, nómada, improbablemente situado- de las aberturas, de las
posibilidades, de los resplandores, de los pese a todo.
Georges Didi-Huberman. Supervivencia de las luciérnagas. Abada Editores, página 31.
Georges Didi-Huberman. Supervivencia de las luciérnagas. Abada Editores, página 31.